martes, 7 de julio de 2015

El Minotauro Global, de Yanis Varoufakis

(Encontraréis una reseña más corta publicada en el Salmón Contracorriente)

Imagínense un palo de madera medio sumergido en un lago, con la superficie del agua reflejando la parte de palo que queda fuera. Desde distintas perspectivas, este palo se verá en forma de V, con distintos ángulos. Ninguna de las visiones es falsa, pero la realidad es que el palo es recto y su otra mitad está debajo del agua.

Esta es la metáfora con la que Yanis Varoufakis introduce su hipótesis en el Minotauro Global. Cada una de las explicaciones que se han dado sobre las causas de la Gran Recesión que vivimos desde 2008 son visiones del palo en forma de V: riesgo excesivo, mala regulación financiera, avaricia de los banqueros, mala teoría económica, crisis sistémica... Todas son visiones válidas; pero falta la explicación subyacente, la causa última, el trozo de palo bajo el agua. La hipótesis de Varoufakis es que esta causa última, que él llama el Minotauro Global, es un sistema de flujos económicos internacionales según el cual los superávits del mundo entero financiaban la expansión insostenible de un doble déficit, público y comercial, sobre el que EEUU ha construido su hegemonía política y económica.

¿En qué consiste un doble déficit? Por un lado, es un problema de estructura productiva: países que producen menos de lo que consumen y cuyas exportaciones son más baratas que sus importaciones. Tradicionalmente los países productores de materias primas han tenido déficit comercial frente los países productores de maquinaria y tecnología. Por otro lado, la deuda pública que emite un país crece porque lo que ingresa el estado en impuestos es menor de lo que gasta en transferencias e intereses. ¿Quién financia esta deuda? ¿Quién está dispuesto a invertir su capital en Bonos del Tesoro de un país para convertirse en su acreedor? Al ministro Varoufakis le gustaría tener respuesta a estas preguntas para Grecia.

Que estos déficits vayan juntos es, en general, una mala idea. Significa que un gobierno se endeuda con unas garantías de solvencia (capacidad de recaudar impuestos para devolver la deuda) sobre una economía que gasta más de lo que produce, y por tanto también se endeuda con el exterior. Esta es la razón por la que los países del Sur de Europa están sufriendo la crisis desproporcionadamente, con muy poco margen de maniobra respecto a lo que diga y ordene quien financia estos déficits: Alemania. Con la excepción de si eres EEUU y tienes la maquinita mágica para crear un papel que todo el mundo acepta como dinero: el $.

¿Es mejor tener superávit? No hay que olvidar que nadie vende sin que alguien compre. En otras palabras, el superávit de un país es el déficit de otro. Lo esencial para mantener el flujo dinámico es que de algún modo (vía inversión extranjera, préstamo o mecanismo de redistribución) el superávit del país A se destine al país B para mantener la capacidad de B de comprar los productos que A le quiere vender. Tal cosa se llama “mecanismo de reciclaje de superávit”, algo que los mercados no producen por sí solos. Su ausencia, argumenta Varoufakis, genera desequilibrio e inestabilidad en la economía a escala europea y mundial. Varoufakis ha desarrollado en otras ocasiones cómo una unión monetaria asimétrica no puede funcionar sin mecanismos de reciclaje de superávit, con los que los centros de los sistemas económicos financien el desarrollo de las periferias para un progreso económico compartido.

En un libro muy pedagógico y como buen griego, lleno de mitología, Varoufakis hace primero un recorrido por el devenir político-económico del siglo XX para situarnos en el contexto en el que se empiezan a formar estos dobles déficits. Para los poco versados en Historia Económica, baste decir que la I Guerra Mundial mermó seriamente la base productiva y humana europea e inició el ocaso de Europa como área hegemónica en el desarrollo occidental. En el periodo entre guerras hubo algunos tímidos intentos por parte de EEUU de ejercer la nueva hegemonía, desarrollando acuerdos monetarios como el Patrón $-oro, que la Gran Depresión no dejó que se consolidaran. La IIGM fue el golpe definitivo. Acabó con Japón destruido por 2 bombas atómicas, y Europa muy endeudada.

En 1947 se concreta en Bretton Woods un acuerdo monetario por el que todas las monedas se fijan al $, que se convierte en la principal divisa de cambio internacional. Este pacto facilita lo que Varoufakis llama el Plan Global, según el cual EEUU, que históricamente había sido nación deudora, se convierte en el acreedor mundial. Así, alrededor de EEUU se generó un sistema de flujos económicos, por el que EEUU ejercía su papel de prestamista internacional para financiar la demanda hacia sus propias exportaciones. En las negociaciones de Bretton Woods es famosa la disputa entre los economistas HD White y JM Keynes, negociadores por parte de EEUU y Reino Unido respectivamente, por la falta un acuerdo específico sobre el reciclaje de los superávits americanos. EEUU acabó desarrollando ese papel, pero a falta de un mecanismo formal, se reservó el derecho a hacerlo a su antojo. 

Así, para generar suficiente demanda para sus productos creó 2 áreas de influencia alrededor de Alemania (la UE) y Japón (el Sudeste Asiático): dos países derrotados en la IIGM, salidos del fascismo, humillados y con mucha necesidad de tutela: un target fácil. De los años 50 a los 70, EEUU reciclaba sus superávits mediante la inversión extranjera directa en Alemania y Japón, generando desarrollo económico en esos países y por tanto demanda para sus exportaciones, bajo la hegemonía del $ como moneda de cambio mundial. Este periodo se conoce como la Edad de Oro del capitalismo, ya que en ningún otro periodo ha habido tasas de crecimiento tan elevadas ni la prosperidad ha sido compartida por una mayoría social tan amplia.

Sin embargo, durante la tumultuosa década de los 70, varios factores contribuyen al final del Plan Global. Por un lado, la Guerra del Vietnam y la Guerra Fría en general salen más caras de la cuenta y EEUU empieza a abusar de la máquina mágica. La subida del precio del petróleo genera una crisis de liquidez. La supremacía del $ y el acuerdo monetario internacional se basan en el compromiso de convertibilidad en oro. Pero la masa monetaria de EEUU ya se había descontrolado y la Reserva Federal no tenía oro para convertir todo los $ que había impreso. Es entonces cuando EEUU entiende que perder su posición de superávit y suspender la convertibilidad del $ es inevitable y decide utilizarlo a su favor. ¡Los Bancos Centrales del mundo tienen las reservas llenas de $ y Bonos del Tesoro Americanos! A nadie le interesa que el dólar se desplome. Como dijo un alto funcionario estadounidense de la época It’s our currency but it’s your problem! ¿Por qué crecer a base de vender a otra gente, cuando puedes crecer a base de que otra gente ahorre el dinero que tu imprimes con tu máquina para que te lo gastes tú?

Estos acontecimientos acaban por revertir el sentido de los flujos económicos y provocan una grave recesión en todo Occidente, con la combinación de estagnación (estancamiento económico) e inflación, una paradoja económica en el funcionamiento normal del capitalismo, para la que ninguna teoría económica tiene respuestas. EEUU asesta el golpe mortal a Bretton Woods con una subida brutal de los tipos de interés, atrayendo grandes masas de capitales mundiales. Con este gesto magistral, EEUU pasa de ser acreedor a receptor neto de dinero y nace el Minotauro Global. Por el camino crea la primera crisis mundial de deuda porque los tipos de interés del 20% hunden la capacidad de pago de los países en desarrollo.

Los años 80 inauguran la época de expansión del doble déficit americano. ¿Cómo funciona este nuevo sistema de flujos? EEUU imprime y gasta $ por todo el mundo. Las empresas ganan dinero, y lo invierten. ¿Dónde? En Wall Street. Y Wall Street a su vez convierte ese dinero en préstamos para que la gente siga gastando. EEUU sigue siendo el epicentro del desarrollo económico mundial pero esta vez a base de tomar prestado del resto del mundo. El dinero va y viene de EEUU en espiral creciente. Este nuevo orden de cosas se sustenta gracias a la íntima colaboración de lo que Varoufakis llama las “sirvientas del Minotauro”, a saber: el propio Wall Street, la teoría económica neoliberal, Reagan, Thatcher y Walmart (como veremos en breve).

Es evidente que sin Wall Street atrayendo los superávits mundiales, EEUU no hubiese podido sostener su déficit. El tamaño de la bolsa americana se vuelve monstruoso: antes de la crisis, el 70% de los flujos de capitales mundiales pasaban por Wall Street, de 3 a 5 billones de $ al día. Para sostener el ritmo vertiginoso de financiarización que provoca el Minotauro, Wall Street crea un dinero privado, tóxico, a base de CDO (Collateralized Debt Obligation) y CDS (Credit Default Swap). Brevemente para quien no lo sepa: los CDO son activos formados por pedazos de distintas hipotecas a distintos tipos de interés con distinto riesgo de impago empaquetados en un solo producto. Con estas triquiñuelas los grandes bancos de inversión convencían a sus clientes de que compraban un producto de bajo riesgo, creyendo que este estaba diversificado cuando en realidad estaba oculto. Los CDS son seguros contra el impago de una deuda. La diferencia entre un CDS y un seguro normal es que para comprar un CDS no necesitas ser titular de la propiedad asegurada. Es decir que gano dinero si se quema tu casa. ¡Pues voy y le prendo fuego! Y si compro un CDO y un CDS, gano cuando los deudores pagan, ¡y también gano cuando no pagan! ¡Negocio redondo!

Estas imprudencias de Wall Street encontraron su apoyo en una teoría económica que proporcionó el marco intelectual y político neoliberal. Esta "teoría de la oferta" se basa en dos premisas: 1) Los agentes son racionales y 2) Los mercados son eficientes. Así que haced el favor de dejar en paz a los racionales inversores y su eficiente mercado de Wall Street. Este nuevo orden político-económico fue impuesto a golpe de mano de hierro por Reagan y Thatcher, con el argumento de que el enriquecimiento de los ricos y la desregulación de su actividad empresarial y financiera acabarían teniendo repercusiones en el resto de la sociedad. El Estado no debe meterse en la economía más que para su función primordial, la defensa nacional, la expansión militar.

¿Y qué pinta Walmart? Es el paradigma de un modelo empresarial que prolifera con el Minotauro, basado en el low cost. En efecto, la globalización, la desarticulación sindical y la desregulación del mercado laboral provocan que el salario medio que percibe una persona trabajadora no mejore desde los 70 en EEUU. Pero la producción de abundancia ultra-barata permite mantener a raya las tensiones sociales por unos salarios cada vez más bajos. Y evidentemente, todas estas empresas crean su rama bancaria para financiar préstamos a quien quiera consumir más, que el dinero tóxico de Wall Street es abundante y los productos financieros derivados permiten convertir los préstamos en flamantes CDOs y ¡que el ritmo no pare!

En conclusión: el Minotauro Global se basaba en y dependía de unas dinámicas en asimetría creciente. La expansión de la hegemonía americana se ha construido sobre la "desintegración controlada de la economía mundial", en palabras de Paul Volcker. El estallido era inevitable. Varoufakis hace un gran resumen de lo que la Crisis que empezó en 2008 supuso en cantidad de pérdidas del sector financiero que el sector público cubrió inyectando dinero ilimitado en la economía: más de 10 trillones de $, el 13% del PIB mundial. Un rescate incondicional que debilita el Estado y desencadena una Bankruptocracy, la dictadura de los bancos fallidos, mal traducido aquí como bancocracia. La resolución de la crisis en forma de rescate sin castigo, socialización de pérdidas y estímulo financiero sin estímulo a la economía productiva ha acabado otorgando un peso político incontestable a la economía "del 1%, por y para el 1%".

La parte final del Minotauro Global está dedicada a la crisis europea. Recordemos que EEUU ayudó a Alemania a crear la UE como su zona de influencia. Con ella se fragua un pequeño simulacro de "Plan Global", un sistema de estructuras productivas asimétricas y posiciones de balance en creciente desajuste para generar superávits en Alemania que sirvan para financiar los déficits de EEUU. La crisis de la UE es la evidencia que refuerza el análisis de Varoufakis: el problema viene de la ausencia de un mecanismo de reciclaje de los superávits alemanes al resto de Europa. A pesar de que esta necesidad se señala en varios informes que precedieron la creación de la Unión Monetaria, se omite en el tratado de Maastricht, según Varoufakis, deliberadamente, igual que con Bretton Woods, para que Alemania decida con independencia qué se hace con sus superávits (o más bien para salvaguardar su desvío hacia Wall Street).

La Crisis Europea empieza bastante como en EEUU, con los bancos declarando bancarrota y siendo rescatados con liquidez a tutiplen. El problema añadido es que, a diferencia de en EEUU, cada Estado es responsable de rescatar sus propios bancos, de manera que las grandes deudas de los bancos privados se convierten en deuda pública de cada Estado. Imaginaros que cuando EEUU salió al rescate de Bear Stearns hubiese dicho, uy, este banco es de NY, que sea el Estado de NY (8% del PIB de EEUU) el que se haga cargo de él. Pues eso es lo que ha pasado en Europa. A falta de un mecanismo de estabilidad financiera común, ni de un prestamista común de último recurso (el BCE lo tiene prohibido), los países de la periferia, superados por los rescates bancarios, y con dobles déficits, son víctimas de ataques especulativos sobre sus deudas.

Si el Minotauro Global es un libro imprescindible para comprender la evolución de la economía mundial en el último siglo y como esta ha desenlazado en una crisis económica sin precedentes, Varoufakis ofrece, partiendo de su marco analítico, una discusión no menos interesante sobre el futuro sin el Minotauro, a modo de conclusión. Sin un agente económico central que organice los flujos económicos mundiales contrarrestando los desequilibrios productivos y comerciales con un mecanismo de reciclaje de los superávits, el capitalismo global es un sistema inestable. Está por ver si China es capaz y está dispuesta a desarrollar ese papel.


jueves, 29 de enero de 2015

Mario Draghi imprime euros: necesario, pero tarde e insuficiente

Finalmente, lo ha hecho. El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, ha anunciado que pondrá en marcha medidas de expansión cuantitativa: intervendrá de forma masiva en los mercados de deuda pública de los Estados Miembros de la Zona Euro. Una medida necesaria que pretende aliviar las cuentas de los gobiernos, evitar la deflación y estimular la economía. Necesaria, pero insuficiente, y tardía, que demuestra las reticencias de la tecnocracia europea a aceptar el fracaso de las políticas de austeridad y el agotamiento de los planteamientos neoliberales como respuesta a la crisis.

  
El pasado jueves Draghi anunció que sacará del cajón la maquinita de hacer euros y con ellos comprará bonos de los Estados Miembros de la Zona Euro. ¿Cuántos? El periódico El País habla de 60.000 millones al mes durante 19 meses, empezando en marzo de 2015, o hasta que sea necesario para repuntar la inflación. En total serían 1,14 billones de euros, un poco más que el PIB del Estado Español. El BCE hace así algo que ya habían hecho la Reserva Federal americana y el Banco de Inglaterra hace 6 años: tomar una política monetaria contracíclica drástica en una época de Gran Recesión.

Recordemos que Draghi ya había comprado bonos, pero esta vez lo hace de forma masiva, apuntando directamente a la deuda pública (aunque también comprará activos privados). La compra se producirá en el mercado secundario (especulativo) de la deuda, porque el BCE sigue sin poder financiar directamente a los estados. Esto supondrá, en primera instancia, un beneficio a las entidades financieras, que comercian con deuda pública, pero también supondrá un alivio en el coste de financiación de los estados, y ayudará a contrarrestar la deflación, que en 2014 fue del 0.2%.

La inyección de 1 billón de euros en año y medio supondrá un incremento sustancial de la masa monetaria europea. Cuando inundas un mercado ofertando mucho de un bien, ese bien suele bajar de precio. Esto es lo que pretende la medida, que el euro baje de valor, necesitando así más euros para comprar cosas, haciendo que suban los precios. Además de evitar la tan temida deflación, que profundizaría la recesión, la inflación es necesaria para estimular la economía. Si una empresa produce un bien que pierde valor seguramente recortará en empleo o tendrá problemas para hacer frente a los pagos, mientras que si su bien aumenta de precio quizás se planteará invertir y aumentar su producción, y con ella su plantilla, creando así empleo.

En anticipación a la aplicación de estas medidas, el euro ya ha estado perdiendo valor frente al dolar y otras monedas en los mercados de divisas. Esto abarata los productos europeos de cara a sus compradores externos, y ayuda a aumentar las exportaciones, estimulando la economía real. También hace que para el turismo sea más barato visitar el continente, favoreciendo su aumento. Finalmente, este compromiso con una política monetaria expansiva mantendrá bajo el coste del crédito, favoreciendo a las familias y personas endeudadas, que podrán aprovechar que los intereses están muy bajos para amortizar sus deudas.

Y hasta ahí las ventajas, sustanciales y necesarias: si hubiesen llegado antes, estados como Grecia, Chipre o Portugal no hubieran llegado al borde de la bancarrota y quizás no hubieran tenido que hacer tantos recortes
como los que han hecho. Las condiciones de vida de mucha gente podrían ser mejores. Así que si lo ha hecho igualmente, cabe preguntarse por qué no lo había hecho hasta ahora (recordemos que ya en 2012 abrió esa posibilidad cuando dijo que haría “lo que fuera necesario” para salvar el euro).

La obstrucción principal de esta medida proviene de Alemania. El poderoso sector financiero es el principal acreedor de los países empobrecidos de la periferia, y sus beneficios se basan en un euro fuerte como reserva de valor. Pero la evidencia de que un país puede obstaculizar medidas que benefician a varios países porque es quién tiene más dinero, en una unión donde todos deberían contar por igual, deja en evidencia la construcción clientelar de la UE. Una unión sostenible y democrática solo es posible en un paradigma de solidaridad, y no basándose como ahora en el “quien paga manda”, favoreciendo los intereses capitalistas.

Un elemento que diferencia esta medida de las que llevaba aplicando el BCE hasta ahora es la ausencia de condicionalidad. Hasta ahora los países que se acogían a los rescates de la Troika tenían que ofrecer como contrapartida los recortes del gasto público y la aplicación de reformas estructurales, como una reforma laboral o fiscal. Estas condiciones han acabado por empobrecer a la mayoría de la población de los países receptores y ha acentuado su espiral de recesión, dejándolos en una situación más complicada que inicialmente. Esta vez la ayuda llega sin ninguna exigencia de contrapartidas.

Sin embargo, quién seguro que no se beneficiará de la medida, por el momento, es Grecia. Lamentablemente, porque es sin lugar a dudas el país que más lo necesita, teniendo una deuda de alrededor del 170% de su PIB. El BCE ha dicho que comprará como máximo 25% de los bonos de nueva emisión, hasta un tope del 33% de la deuda de cualquier país. Aparentemente, en la contabilidad del BCE la posesión de bonos de deuda helena ya supera ese tope. Es decir, que el BCE sólo podrá comprar deuda griega cuando Grecia empiece a reducirla por debajo de ese tope, hecho que según palabras del propio Draghi, no cabe esperar hasta mediados o finales de este año.

Es significativo que el BCE haya incluído esta cláusula del 33% sabiendo que su programa de compra masiva de deuda no ayudará al país más endeudado de la Zona Euro. Esto es consecuencia evidente de la inminente llegada al poder de Syriza a raíz de las elecciones en Grecia. Como dice Eric Toussaint, la estrategia geopolítica de los acreedores es la que marca qué países se benefician de un alivio financiero. En este caso, a la élite financiera y conservadora alemana no le interesa que Syriza sea una alternativa viable de gobierno, que pueda cambiar el paradigma neoliberal europeo. Y como dice James Galbraith, la política de expansión cuantitativa del BCE viene a reducir el impacto que un impago de la deuda griega pueda tener en el resto de economías europeas, aislando al gobierno griego y reduciendo su capacidad de negociación.

Sin embargo, Syriza se ha rodeado de economistas de gran reputación como Varoufakis, Milios o Galbraith, y las propuestas que están haciendo para afrontar la crisis de la deuda son infinitamente más viables y racionales que el inmovilismo alemán. Lejos de los discursos del miedo acuñados por Merkel y la élite conservadora europea, Syriza parte de asumir lo evidente: que Grecia no podrá pagar la totalidad de lo que se le exige. A partir de ahí, Syriza propone redistribuir los costes de la deuda entre acreedores y deudores, algo que se ha hecho hasta 600 veces en los últimos 50 años, Alemania incluída. Y sobretodo, Syriza apuesta por reducir el apalancamiento (endeudamiento) desde la negociación multilateral y solidaria, poniendo las bases para la mutualización del riesgo en la UE. Es la única manera de eliminar la competencia a la baja, consecuencia del marco austeritario, en el que un país para progresar tiene que competir con los demás a ver quién tiene menores salarios, y un estado de bienestar más paupérrimo porque ha tenido que bajar los impuestos a las grandes empresas, o a ver quién destroza más su territorio, en vez de protegerlo.

Si bien la medida del BCE apunta en la dirección de las soluciones que exige Syriza, hay que tener en cuenta que en caso de impago de los bonos que adquiera, Draghi ha dicho que el BCE sólo asumiría el 20%, mientras que el 80% lo debe asumir el Banco Central del Estado Miembro. Es decir, solo un 20% del riesgo individual de cada país lo asume el BCE. Esto es claramente insuficiente. La mutualización de la deuda es imprescindible en una zona de moneda común, porque los países han perdido la soberanía de la política monetaria para hacer frente a los ataques especulativos contra su deuda pública. Cuando las primas de riesgo de España e Italia se dispararon por la especulación, sólo una actuación del BCE pudo tranquilizar a los mercados. Pero hay que ir más allá y eliminar la rivalidad entre Estados Miembro, diseñar una Zona Euro donde el progreso de unos no implique que otros pierdan.

La creación de mecanismos de mutualización del riesgo, como la creación de EuroBonos es imprescindible en la Zona Euro. Pero para reactivar la economía, crear empleo y hacer que esta Unión sea beneficiosa para quien más lo necesita, imprimir euros no es suficiente. Lo importante es redistribuirlos y hacerlos llegar a la economía real y a la gente. Si no corremos el riesgo de seguir la senda de Gran Bretaña y que la nueva masa monetaria vaya exclusivamente a financiar burbujas especulativas. Esta política monetaria hay que complementarla con una política fiscal expansiva, que dé solución a la urgencia social y siente las bases para una convergencia real, reduciendo los desequilibrios económicos internos. Una unión fiscal y de transferencias que actúe como estabilizador automático para evitar recesiones del tamaño y la duración de la crisis actual. 

La actuación del BCE es por tanto necesaria, pero ha llegado tarde y es del todo insuficiente. Es un primer paso para superar las reticencias de la tecnocracia europea a aceptar el fracaso de las políticas de austeridad y el agotamiento de los planteamientos neoliberales como respuesta a la crisis. Sin embargo, la exclusión de Grecia por su inminente cambio de gobierno es una vez más un chantaje inadmisible a la democracia europea.